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Líderes del cambio | 14/03/2024

Por Carmen Toro

La Fábrica de Solfa, acción climática desde la comarca del Matarraña

Este hotel y restaurante ubicado en una antigua fábrica de papel del siglo XVIII tiene como objetivo ser energéticamente autosuficiente y como mantra el respeto al entorno y al medio ambiente.

La Fábrica de Solfa

El Acuerdo de París de diciembre de 2015 estableció la imperiosa necesidad de acelerar la descarbonización para mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5ºC para 2050. Si bien la hostelería no es uno de los sectores más intensivos en cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero, sus establecimientos ―bares, cafeterías, restaurantes y hoteles― tienen la posibilidad de reducirlas considerablemente y contribuir a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas antes de 2050.

Un buen ejemplo de acción climática en la hostelería es el hotel y restaurante la Fábrica de Solfa. Se trata de un establecimiento ubicado en una antigua fábrica de papel del siglo XVIII en plena comarca turolense del Matarraña, concretamente, en la localidad de Beceite.

La Fábrica de Solfa integra la acción climática de manera transversal en su modelo de negocio: su primera seña de identidad es representar la filosofía del «slow travel» o «viajar sin prisas».

El edificio y su decoración están plenamente integrados en el entorno y paisaje rural en el que se ubica y están pensados para poner en práctica ese «turismo inteligente» que permita a los viajeros disfrutar con calma del paisaje, el patrimonio cultural y la gastronomía de la zona. Además, a través de los pilares del «slow travel» integrados en su filosofía, apuestan por la conservación del medio ambiente, por la gastronomía tradicional, la riqueza patrimonial y, en todas estas fases, por la calidad.

El proyecto es una apuesta de los hermanos Moragrega que, en el año 2000, adquirieron el edificio de la antigua fábrica de papel y lo rehabilitaron hasta su apertura en 2009. Desde 2019, están llevando a cabo acciones para medir y compensar las emisiones de CO2 que producen en su negocio.

Además, generan energía limpia, concretamente a través de la geotermia que utilizan para activar la calefacción, para lo que recuperaron una acequia que les permite traer la abundante agua de la comarca. En relación con la conservación hídrica, el establecimiento ha puesto en marcha medidas de ahorro, como la colocación de reductores de caudal en todos los grifos e inodoros del edificio, además de haber implantado un sistema de reutilización del agua.

La instalación de placas solares está en su lista de pendientes, teniendo como objetivo ser energéticamente autosuficientes. Mientras tanto, ponen en práctica diferentes sistemas que les permiten ahorrar energía, como la instalación de sensores de iluminación, el mantenimiento periódico de los sistemas de consumo de energía, la regulación de los termostatos y climatizadores del edificio o la elección de los electrodomésticos de la clase energética más alta, que ponen a funcionar solo cuando están a plena carga.

El restaurante se nutre de un huerto propio para elaborar platos y recetas a base de productos de temporada

La acción climática a la cocina

Los hermanos Moragrega no solo se quedan en la implantación y utilización de energía limpia para su desarrollo, sino que también llevan la acción climática a la cocina, puesto que el restaurante se nutre de un huerto propio en el que plantan cultivos de la zona que les permiten elaborar platos y recetas a base de productos de «kilómetro cero» y de temporada, lo que también supone una reducción de la huella de carbono.

Además, han introducido como uno de los ingredientes estrella de su carta las judías blancas de Beceite, también conocidas como «Fesol de Beseit», una variedad autóctona de la comarca del Matarraña que estaba en peligro de extinción y que estos hermanos han recuperado para dar un sabor muy especial a la cocina de su restaurante, donde también evitan el desperdicio alimentario. Otros de los productos de su carta los adquieren a proveedores de productos ecológicos, y en ella también se pueden encontrar vinos locales. Todo esto ayuda a mantener girando la rueda de la economía local y circular.

Javier Moragrega: «Si la gente se va, no habrá comida, no habrá futuro y no habrá presente»

En el horizonte de La Fábrica de Solfa se encuentran otros dos ambiciosos objetivos: implantar un invernadero que les permita cultivar verduras y hortalizas durante todo el año, y asociarse con otros hoteles de la zona para avanzar en la ganadería ecológica. También piensan crear una plataforma de cálculo de compensación de CO2 que esté disponible en su web para los viajeros que los visiten. Tanto es así que La Fábrica de Solfa ya tiene calculada su huella de carbono, que compensa para ser neutra en emisiones de carbono. 

Javier Moragrega, uno de los hermanos y alma del proyecto, tiene claro que es fundamental ser respetuosos con el entorno, el paisaje y con todo lo que los rodea, y esto incluye a las personas. Toda la plantilla que integra La Fábrica de Solfa es 100% matarrañense, ya sea de Beceite o de los pueblos vecinos de Valderrobres y Alcañiz. Ser más sostenibles y autosuficientes es «el camino a seguir» para todos los hoteles y restaurantes y esto pasa por que la gente viva en las zonas rurales. «Si la gente se va, no habrá comida, no habrá futuro y no habrá presente», afirma.