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Impacto consciente | 09/05/2024

Por Raquel C. Pico

Repartir a domicilio sin dejar huella

Cada vez es más habitual pedir comida a domicilio. Aunque suponga una gran comodidad, hacerlo tiene un coste para el entorno: la estrategia de acción climática de la hostelería pasa por afrontarlo y minimizarlo.

La Climateria - Reparto

¿Qué hace que pidamos a domicilio? Las razones son variadas. Hay quien lo hace porque va muy justo para cocinar, quienes lo ven como una manera de convertir en especial un día cualquiera, quien se refugia en ello en un día un poco malo —será algo que te mejore la jornada— o quienes buscan comodidad. Pedir comida a domicilio se ha convertido en uno de los hábitos incuestionables de la vida cotidiana, uno al que no es ajena ninguna generación ni zona geográfica. 

Y, aunque se ha moderado el empujón que había dado la pandemia —cuando la ciudadanía se sentía mucho más cómoda comiendo en casa que haciéndolo fuera—, en 2023 se produjo un crecimiento interanual del 19,7% del valor de mercado del delivery (reparto a domicilio) en España. Como ya advertía un análisis de McKinsey en 2021, la popularización de las apps especializadas y los cambios en las expectativas de la ciudadanía —nos hemos acostumbrado a comer de forma más variada y con una gastronomía más diversa— han ido afianzando el hábito.

Que pedir a domicilio se haya convertido en un hábito genera nuevos retos y lleva a la industria de la restauración y la hostelería a enfrentarse a cuestiones clave en la búsqueda de una reducción de su impacto en el entorno. Su apuesta por la acción climática les lleva a cuestionar desde las emisiones de sus repartos hasta cómo se ponen ante el cliente final los productos que desea.

En 2023 se produjo un crecimiento interanual del 19,7% del valor de mercado del reparto a domicilio en España.

La llamada «última milla», lo que ocurre desde el restaurante a la casa del consumidor, está en el epicentro de las estrategias de mejora. A pesar de que son distancias muy cortas, tienen un impacto importante sobre las áreas en las que opera, ya que implican más tráfico y con ello más contaminación acústica y atmosférica. Evitar sobrecargar las calles resulta, por tanto, fundamental, y es a lo que se aspira cuando se piensa en repartir a domicilio sin dejar huella. Aplicar ajustes horarios con una logística nocturna —algo que podría funcionar con los paquetes— no sirve cuando lo que se está distribuyendo es la comida, la cena o la merienda. Sin embargo, sí existen otras medidas potenciales que ayudan a reverdecer las entregas y a bajar —o incluso eliminar— su huella.

Una de las áreas en las que se trabaja es en la de apostar por vehículos autónomos para realizar este trabajo, porque al ser eléctricos tienen emisiones cero y también son silenciosos. Ya están en marcha algunos pilotos, como el de Hyundai en un hotel asiático donde un robot lleva las comandas del servicio de habitaciones y aprende, de paso, cómo debería comportarse en la entrega de este tipo de productos fuera de un entorno cerrado.

Pero, incluso sin dejarlo todo en manos de un robot, se puede reverdecer el proceso. El uso de medios de transporte alternativos —como la bicicleta— permite bajar la huella de las emisiones. Un estudio del Foro Económico Mundial apunta que cambiar camiones de reparto por bicicletas de carga podría reducir el 90% las emisiones de carbono en zonas urbanas. Al mismo tiempo, se reduce la sobrecarga sobre los entornos urbanos. Al fin y al cabo, el espacio que ocupa una bicicleta o un patinete no es el mismo que el que cubre una furgoneta.

Algunas grandes marcas de comida rápida se han convertido en pioneras electrificando sus flotas de reparto, pero la tendencia es generalizada y no se limita solo a ellas. Así, se incorporan bicicletas, patinetes y coches eléctricos que sustituyen a los vehículos de combustión del pasado. Por supuesto, la clave para llegar a unas emisiones net zero está en asegurarse de que la electricidad que los alimenta venga de fuentes renovables.

Cambiar camiones de reparto por bicicletas podría reducir el 90% las emisiones de carbono en zonas urbanas.

Una estrategia climática completa y compleja

Aun así, la acción climática no pasa solo por cambiar flotas. Debe asumir transformaciones más profundas para reducir la huella, puesto que debe comprender que el impacto sobre el entorno no está limitado a las emisiones generadas por los vehículos de reparto.

Por ejemplo, la inteligencia artificial y el machine learning pueden ayudar a comprender qué falla en las rutas de reparto y afinar los procesos para hacerlos más respetuosos con el entorno. Podrían decir, por ejemplo, dónde se están haciendo kilómetros de más, lo que también mejoraría la eficiencia económica del proceso; o qué zonas se están descuidando, lo que aumentaría la equidad.

Otro de los elementos con impacto en el medioambiente son los envases. Cada vez que se pide comida a domicilio, el restaurante que da el servicio tiene que empaquetar los pedidos. De entrada, simplificar los procesos de reciclaje y hacer que sean más accesibles a la ciudadanía —así como concienciar sobre su importancia— ayuda. Para continuar, nada contamina menos que la basura que no se genera, y reducirla es posible. Algunos restaurantes ya no envían cubertería de usar y tirar a menos que se la pida el cliente de forma explícita. 

En algunos mercados, se está empezando a experimentar con el uso de envases retornables. De hecho, las cadenas de comida rápida en Francia están obligadas a usarlos en sus establecimientos físicos. Pero en Alemania se ha ido un paso más allá y todos aquellos establecimientos que ofrezcan take away deben ofrecer también envases reutilizables que serán devueltos tras ser usados.

Igualmente, el camino hacia la responsabilidad ambiental implica tener en cuenta el impacto sobre las personas y la economía. Como ya recordaba el informe de McKinsey, la evolución del reparto a domicilio debe pasar por tener muy presentes a quienes se encargan de hacerla —que sus derechos laborales sean respetados— y a quienes crean la materia prima —puesto que no puede ahogar a los pequeños restaurantes con sus demandas—.