Green Republic: mucho más que una cafetería, un proyecto con propósito
En el corazón de Oviedo, entre el bullicio universitario y la tradición asturiana, late un proyecto que ha redefinido lo que puede ser la hostelería en el siglo XXI. Green Republic es, en palabras de sus fundadores, un proyecto vital.
Impacto consciente
Arantza García
Green Republic no surgió como una estrategia de negocio, sino como una extensión de los valores personales de sus fundadores, Joanna Wilinska y Juan Carlos Borrella, que han logrado que este pequeño local se convierta en un referente de respeto al entorno y el medio ambiente gracias a una filosofía coherente, una oferta ecológica y un compromiso ambiental que les ha valido el reconocimiento en los Premios Sin Huella. «Cuando decidimos montar el proyecto, queríamos algo personal», explica Juan Carlos Borrella: «Muchas cafeterías tienden a parecerse: cambias los colores, la decoración, pero el concepto y la oferta siguen siendo los mismos. Nosotros queríamos romper con eso y crear algo diferente, algo que de verdad hablara de quiénes somos».
Ese «algo diferente» no era solo una cuestión estética, sino una declaración de intenciones: «Teníamos claro que queríamos construir un proyecto con sentido, algo que dejara huella en nuestras hijas y que también nos ayudara a educarlas. Cuando nació Green Republic, solo teníamos a nuestra hija mayor, y nuestro deseo era que se sintiera orgullosa de ver que sus padres apostaban por algo distinto, más allá de montar un negocio de hostelería al uso», explica Borrella. Desde el primer día, cada decisión, desde el mobiliario hasta la iluminación, fue tomada desde ese lugar íntimo donde conviven la ética, la sostenibilidad y la familia.
«Teníamos claro que queríamos construir un proyecto con sentido, algo que dejara huella en nuestras hijas y que también nos ayudara a educarlas»
Coherencia y compromiso
Una de las señas de identidad de Green Republic es su coherencia: «Muchas de las prácticas responsables que hemos incorporado surgieron de forma natural, porque ya las teníamos interiorizadas», cuenta el responsable. «Un buen ejemplo son los reductores de caudal en los grifos: los instalamos porque nos parecía lo más lógico. Con el tiempo nos dimos cuenta de que no era algo tan habitual en el sector».
La reforma del local fue, desde el principio, una declaración de intenciones. Parte del mobiliario se compone de piezas reutilizadas, como las mesas creadas a partir de antiguas piedras de máquinas de coser. «Las trajimos, las limpiamos, las pulimos, las pintamos y les dimos una nueva vida para evitar que acabaran en la basura», detalla. Toda la iluminación del establecimiento es LED o de bajo consumo, y la maquinaria se ha ido renovando progresivamente con criterios de eficiencia energética.
Pero su compromiso va mucho más allá de las paredes del local. La familia gestiona una pumarada, un manzanal asturiano, que produce anualmente unas seis toneladas de manzana sin pesticidas ni productos químicos. «Nuestra sidra es 100% natural; la elaboramos como se hacía antes, siguiendo el método tradicional», afirma Borrella. Incluso en la carta de bebidas han querido ser coherentes: colaboran con una cervecera que ofrece una opción ‘triple cero’, sin alcohol, sin azúcar y con emisiones compensadas.
«Nuestros clientes piden envases de vidrio, traen su propio vaso para el café para llevar, evitan el azúcar... Se nota que les importa su salud y el planeta»
Un modelo que escucha a su comunidad
Green Republic ha logrado tejer un vínculo genuino con su entorno. Su ubicación, a un paso del campus de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo, les conecta con un público joven, consciente y comprometido: «Nuestros clientes piden envases de vidrio, traen su propio vaso para el café para llevar, evitan el azúcar… Se nota que les importa su salud y el planeta», afirman desde el local.
Pero no solo acuden estudiantes, también es habitual ver a trabajadores de las oficinas cercanas, con quienes han establecido un diálogo constante: «Muchas cosas las hemos aprendido gracias a ellos pues nos dan feedback, nos preguntan por los premios que hemos ganado, como el Premio Sin Huella de Hostelería #PorElClima, y nos comparten proyectos que han visto en otros sitios… Hemos tenido mucha suerte con nuestra clientela». reconoce. «Nos dicen cosas como: “Es que aquí es el único sitio donde me siento a gusto”. Y ojalá hubiera más locales así». Ese intercambio ha sido fundamental para el crecimiento del proyecto, pues la comunidad no es solo cliente, también es fuente de ideas, apoyo y validación. Y eso, en tiempos de consumo rápido y relaciones impersonales, es casi revolucionario.
«Todo está conectado: el menú, el origen de los ingredientes, el transporte, los envases… El resultado es un ciclo coherente, donde cada detalle importa»
Comer bien, responsablemente
La propuesta de Green Republic va más allá de lo saludable o ecológico, pues está pensada con conciencia. Desde el primer día, ofrecen bebidas vegetales como opción estándar, algo que ahora empieza a normalizarse pero que entonces era casi una rareza. «Para nosotros era tan básico como tener leche, café o agua. Era lo mínimo», recuerda Borrella. Su servicio de catering responde a la misma filosofía con productos de temporada y proximidad, presentaciones sostenibles, y un enfoque claro en la reducción del impacto ambiental sin comprometer la calidad: «Todo está conectado: el menú, el origen de los ingredientes, el transporte, los envases… El resultado es un ciclo coherente, donde cada detalle importa».
Poder diseñar el espacio desde cero también jugó a su favor. Instalar maquinaria eficiente, iluminación de bajo consumo y materiales reutilizados les permitió construir un entorno fiel a su visión, demostrando que un modelo de hostelería respetuosa con el entorno es posible, donde la rentabilidad no está reñida con el respeto al medio ambiente, y donde los clientes valoran tanto el café como la historia que hay detrás de cada taza: «No se trata de seguir una moda verde, sino de hacer del respeto al medio ambiente una forma de vida».