Recientemente, el precio del aceite de oliva en España alcanzó máximos históricos, aumentando más de un 200% en los últimos dos años. La causa fue una combinación de sequías prolongadas con heladas que afectaron a las cosechas. Este es solo un ejemplo de cómo el cambio climático está redefiniendo la disponibilidad de productos básicos, a la vez que plantea nuevas preguntas a la gastronomía y a la hostelería.
Los fenómenos meteorológicos extremos, desde olas de calor hasta inundaciones, están teniendo un impacto directo en la producción de alimentos. Según la Organización Meteorológica Mundial, el número de desastres naturales ha aumentado un 465% desde 1971, afectando tanto a los cultivos como a los precios. Productos esenciales como el trigo, el maíz o el arroz han visto su rendimiento disminuido en algunas regiones debido a las condiciones climáticas adversas, mientras que, en otras, las inundaciones arrasan campos enteros, alterando el equilibrio en los mercados internacionales.
Entre los fenómenos que más han aumentado en este siglo destacan las inundaciones, las tormentas y las temperaturas extremas, que provocan sequías o heladas. Todos estos eventos afectan negativamente a la producción agrícola.
Un ingrediente invisible pero crucial: el clima
El cambio climático es un factor que ya está presente en las decisiones que toman agricultores y chefs. La gastronomía cada vez más depende de cómo nos podamos adaptar a estas nuevas condiciones del clima. Tomemos el ejemplo del aceite de oliva: la escalada en su precio no solo es un problema para los productores, sino también para los restaurantes y consumidores, que deben ajustar sus menús y presupuestos.
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el cambio climático podría provocar un notable aumento en los precios de productos esenciales como el trigo y el maíz para 2050, con incrementos estimados del 111% y 52%, respectivamente. Asimismo, la carne también se verá afectada: se prevé que la carne de ave y res aumente su precio en torno a un 21% y 20% por tonelada métrica. Sin embargo, estas previsiones están sirviendo para impulsar la búsqueda de soluciones innovadoras. Entre ellas destacan la introducción de cultivos más resistentes a la sequía y el uso de tecnologías de agricultura de precisión, que optimizan el uso de recursos como el agua, ayudando a mitigar los efectos del cambio climático en la producción de alimentos.
Esta situación también llevará a la hostelería a adaptar sus propuestas culinarias, ajustando los menús según la disponibilidad de ingredientes, que variará según el origen de las materias primas.
No todos los países sentirán los efectos del cambio climático de la misma manera. Por ejemplo, en regiones como Asia Meridional y Europa Central y del Este, se espera que el rendimiento del trigo disminuya hasta un 50%. En algunos casos, el cambio climático podría incluso mejorar ligeramente la producción, ya que ciertos cultivos se sustituirán por otros mejor adaptados a condiciones más secas. Esta adaptación será clave para que los restaurantes sigan ofreciendo platos creativos y diversos, pese a las nuevas condiciones climáticas.
La innovación como respuesta
Así, el cambio climático está actuando como catalizador de la creatividad en la gastronomía. La buena noticia es que, en lugar de resignarse, chefs y agricultores están explorando nuevas formas de cultivar, producir y cocinar. Nuevas técnicas agrícolas, como la permacultura o la agricultura regenerativa, están ayudando a mejorar la resiliencia de los suelos y a garantizar la producción de alimentos en condiciones climáticas adversas.
Estas innovaciones no solo benefician a los agricultores, sino que también aportan una mayor diversidad a nuestras mesas. El futuro de la gastronomía es una cuestión de adaptarse y de aprovechar la oportunidad para crear algo nuevo. La evolución del clima está abriendo puertas a una gastronomía más respetuosa, diversa e innovadora. Y eso, en definitiva, significa que el menú del futuro será tan sabroso como responsable.